¡Pastelitos calientes que queman los dientes!

La leyenda cuenta que el día que se formó nuestro primer gobierno patrio, entre los vecinos de Buenos Aires reunidos en la Plaza de Mayo se paseaban mujeres vendiendo pasteles al grito de: ¡Pastelitos calientes que queman los dientes!

Gracias a esta historia, cada 25 de mayo incluimos en nuestros festejos los pastelitos de membrillo y los controversiales de batata como participantes infaltables.  Pero, ¿Cómo es qué llegaron los pastelitos a meterse en nuestro festejo? Cómo la mayoría de la cocina que llamamos nuestra, vino viajando con los primeros inmigrantes.  

La historia empieza mucho antes que los españoles llegaran a lo que hoy llamamos Argentina. En el siglo VIII los turcos comenzaron su invasión de la Península Ibérica, llevando con ellos su arquitectura, sus costumbres y su cocina.  Para sorpresa de muchos, los antepasados de las empanadas son creación de los turcos.  La receta fue una de las muchas que los españoles hicieron suyas, por supuesto agregando su toque y adaptándolas a su paladar. 

Para cuando llegaron a nuestras costas las empanadas eran parte de la cocina española, diferentes a cómo las conocés hoy pero el concepto es el mismo, pasteles de masa que se fríen en grasa y se rellenan con carne y condimentos. No sabemos a quién atribuirle la genial idea de convertirlos en postre, pero le estaremos para siempre agradecidos.  

Con los españoles además de recetas llegaron algunos cultivos europeos a nuestro país, uno de ellos fue el membrillo.  Los europeos lo cultivaron durante siglos antes de traerlo aquí y era muy apreciado por su resistencia y por la cantidad de tiempo que su dulce se conservaba intacto.

Los criollos tomaron estas dos importaciones, la empanada y el membrillo, y con ellos crearon los pastelitos criollos. La masa no era hojaldrada, sino similar a las empanadas, hecha con harina y grasa, y su forma circular.  El almíbar llegó luego, los turcos enseñaron a los españoles a conservar sus alimentos en almíbar y nosotros cubrimos los pastelitos para hacerlos durar más.

Tan importantes se volvieron para nosotros que a partir de 1995 en el pueblo de Gouín en la Provincia de Buenos Aires, todos los diciembres se realiza la “Fiesta Provincial del Pastel”. La fiesta dura tres días, el viernes comienza la preparación de los pasteles que el jurado degusta el sábado, y finalmente el domingo se corona al mejor cocinero de pasteles. 

Para cuando llegó el viento de la independencia a nuestra Buenos Aires, hacía ya bastante que los pastelitos eran parte de nuestros antojos dulces junto a la mazamorra. Pero algo, quizás la leyenda, lo épico del festejo o simplemente porque son definitivamente muy ricos hizo que los pastelitos se metieran en el ADN argentino.   

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