¡Ni argentino, ni uruguayo…El dulce de leche es asiático!

¡Ni argentino, ni uruguayo… El dulce de leche es asiático! La historia del dulce de leche que compartimos con rusos, hindúes e indonesios.

¿Cómo nos identificamos los argentinos cuando estamos fuera del país? Fácil, decimos Maradona, Messi, asado y dulce de leche. Tan dueños nos sentimos del dulce de leche que le disputamos a los uruguayos ferozmente su creación y somos, con tres kilos por habitante anuales, el país que más lo consume en el mundo.

Para nosotros el dulce de leche es gusto a casa, todos nuestros postres célebres lo incluyen y nuestras heladeras están incompletas sin él. Hasta el ganador del mejor postre del mundo, la Chocotorta lo tiene como ingrediente.

Si nos preguntan a los argentinos, contamos la historia del 11 octubre de 1829. Cuando Juan Lavalle se dirigió a la estancia La Caledonia con el objetivo de firmar la paz con su rival Juan Manuel de Rosas. Lavalle llegó temprano y agotado, entró a la tienda de Rosas y se recostó en su catre, quedándose dormido al instante. La cocinera de Rosas preparaba la lechada, mezcla de leche y azúcar para el mate del general, cuando sorprendida por las libertades que se tomó Juan Lavalle la dejó olvidada en el fuego. Cuando regresó a la cocina, luego de retar a Lavalle, se encontró en la olla una crema marrón y dulce. ¡Nació el dulce de leche!

Menos conocida es la versión de su invención por parte de la Perichona, mujer de Tomás O’Gorman y amante de Santiago de Liniers. La mesa de porteña era famosa por su sofisticación y la leyenda dice que servía el dulce de leche hecho por ella misma en una olla de cobre.

Lo cierto es que además de compartir esta delicia con el resto de Latinoamérica, para nuestra sorpresa se consume en Asia, Rusia y Filipinas. Pero… Cómo es que el accidente de la cocinera o la creación de la consumada amante llegó hasta esas tierras remotas.

Los humanos descubrimos que podíamos consumir la leche de nuestro ganado hacia el 3.500 A.C, el problema inicial de su consumo fue que el tipo de ganado que cada cultura tenía determinaba el sabor de su leche. El sabor de la leche de yak, oveja o cabra es más amargo y la solución para hacerlo más apetecible fue incorporarle miel y más tarde azúcar. Luego se comenzó a calentar esta mezcla para mejorar su sabor.

El otro problema de la leche era su preservación, los pueblos nómadas que la consumían comenzaron a hervirla para incrementar su vida útil, y le agregaron miel a la leche caliente para extender aún más su preservación.  En el siglo VI se menciona al dulce de leche como parte de la cocina indonesia y desde allí viajó hasta las islas cercanas como Filipinas.  Estas islas eran dominio de la corona española y los españoles lo llevaron al resto de sus colonias, incluyendo aquellas en Latinoamérica.

India por su parte consumía su propia versión del dulce de leche y desde allí los turcos la llevaron a Asia Central y los Balcanes.  Aunque no era un alimento popular, por el alto costo del azúcar, se consumía en el desayuno y se lo nombró Kay-Mac. 

Aunque nos quite mérito, y los argentinos amamos ser los inventores de las mejores cosas, podemos seguir amándolo como un dulce de infancia y cucharada de pecado azucarado de adultos. Pero, no desesperen todavía nos quedan la birome, el by-pass, el colectivo, Maradona y Messi.

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