La Comida Rápida

De la salsa de pescado a las hamburguesas, una lenta historia de la comida rápida

Todas las civilizaciones y generaciones piensan que sus ideas son increíblemente novedosas, pero a menudo las semillas de estas ideas están ocultas en nuestra historia.

En los años 50 en Estados Unidos un hombre tuvo la brillante ocurrencia de utilizar el modelo de ensamblaje de autos de Ford para cocinar hamburguesas. Sí, suena raro, pero éste fue el modelo que nos hizo creer que habíamos inventado la comida rápida en el siglo XX.

Este modelo de restaurante creció, nacieron rivales, se diversificó su oferta y hoy podemos comer al paso hamburguesas, pizzas, pollo frito, comida mexicana, y sus millones de versiones locales. Hoy en nuestro país la hamburguesería es el nuevo parripollo.

Siempre creyendo haber descubierto algo increíble, omitimos que la lenta historia de la comida rápida comienza con los romanos. No ibas a poder pedir hace dos mil años en Roma o Pompeya una hamburguesa con queso, pero podrías pedirte aceitunas y garo, una salsa de pescado muy popular entre los romanos.

Adónde ir… al termopolio del barrio, porque en la antigua Roma no todos podían darse el lujo de tener una cocina y la opción más barata para comer algo caliente eran estos establecimientos. Los termopolios ofrecían comida y bebida al paso para aquellos que no podían pagar su propia cocina. ¿La diferencia con nuestros restaurantes de comida rápida? Además del menú, la decoración era muchísimo mejor. Los termopolios atraían a sus clientes con frescos y mosaicos que ilustraban a dioses y ninfas.

Entre dioses y ninfas podías comer pan caliente, aceitunas, pescado salado y garo, todo acompañado por el vino de la casa. De acuerdo a los registros de las excavaciones en Pompeya se cree que existían en la ciudad cerca de 200 de estos establecimientos. Algunos incluso ofrecían a sus clientes satisfacer otras necesidades humanas (esto se cree por la cantidad de nombres de mujeres tallados en sus paredes).

Con el paso de los años y las civilizaciones, los lugares de comida rápida se transformaron en tabernas cercanas a los caminos para alimentar a aquellos que estuvieran lejos de casa. El menú variaba de región en región, pero el concepto siempre fue el mismo. Se vendía comida sencilla de preparar y sobre todo barata.

Este camino dio paso a las famosas tabernas inglesas, algunas de las cuales continúan abiertas. En Hertfordshire, Ye Olde Fighting Cocks conserva el record Guinness por servir a sus clientes desde el año 793.  Por supuesto el combo más vendido era el pastel de anguila con cerveza caliente, aunque seguramente hoy no sea tan popular como las hamburguesas.

Su contrapartida en España es el Rinconcillo, abierto desde 1670 en la ciudad de Sevilla donde uno podrá pedir tapas que mezclan la herencia española con la influencia árabe que atravesó en el medioevo la península.

Estos establecimientos del medioevo alimentaron y dieron techo a aquellos viajeros que se animaban a encarar caminos inciertos. Ahora nos establecemos en ellos para almorzar en días laborales, llevar a los chicos por los regalos de la caja infantil, y levante la mano quien no hizo un trabajo práctico en grupo en alguna de estas cadenas.

Así lentamente, a veces con platos que hoy ya no existen (porque a quien se le ocurre comer anguila) a veces con platos que continuamos consumiendo (quien le dice que no al jamón crudo) fuimos llegando al ensamblaje fordista de hamburguesas.

Esta lenta historia llega a su fin, con locales sin dioses ni ninfas, con luces fluorescentes y comida de ensamblaje, firmes en la creencia que la modernidad creo la necesidad de la comida rápida.

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